21 julio 2007

Homenajes al Negro Fontanarrosa XVIII

Americo Schvartzman en www.analisisdigital.com.ar:


EL ADIÓS AL GRAN CREADOR ROSARINO

A los 62 años, Fontanarrosa entró en la inmortalidad

Maestro que forjó el paladar y las costumbres literarias de varias generaciones de argentinos, Roberto Fontanarrosa falleció este jueves 19 de julio de 2007, dejando una enorme congoja a millones de admiradores. Lo lloran Inodoro Pereyra, su compañero Mendieta, Eulogia y hasta el Escorpión Resolana; pero también Boogie el aceitoso, el espía Best Seller, la Hermana Rosa; Sperman, el superhéroe más absurdo jamás imaginado; el autor de aforismos Ernesto Esteban Etchenique; varios de los personajes de Les Luthiers, y una legión de increíbles personajes secundarios como el doctor Citado Nosocomio o los que poblaron las “Semblanzas Deportivas”.

Por Américo Schvartzman
Especial para Análisis

Es mentira, Roberto Alfredo Fontanarrosa, conocido como el Negro, no murió. No puede morir porque es inmortal. Se ganó el corazón de millones con un personaje que nació como parodia de los folletines criollos, del radioteatro gauchesco, en medio de una oleada de nacionalismo vinculada al resurgimiento del folklore. Pero ese personaje, “Pereyra por mi madre, e Inodoro por mi tata que era sanitario”, rompió todos los moldes. Su humor disparatado, inteligente, irónico, muchas veces crítico sutil, se ganó a grandes y chicos.

Con más de treinta años de actividad ininterrumpida, Fontanarrosa había dejado de dibujarlo a partir del momento en que la esclerosis lateral amiotrófica afectó su brazo derecho. En 2003 se había enterado de que padecía ese mal, una enfermedad neurológica por la cual fue perdiendo poco a poco pero de modo inexorable, su movilidad. En el verano de este año, el gran creador anunció, escueto y en su estilo, a los lectores, que lo reemplazaría otro grande, Crist, en el chiste gráfico de la revista, y Oscar Salas, en el dibujo de la historieta del gaucho indómito e irónico.

Un año antes, en febrero de 2006, este cronista –junto a un equipo del semanario El Miércoles– tuvo el honor de entrevistar a Fontanarrosa en su departamento sobre la Avenida Wheelwright, en Rosario. Entonces, la enfermedad ya le impedía movilizarse, sólo el brazo izquierdo resistía y, con esfuerzo y un adminículo, Fontanarrosa aún dibujaba en su propio tablero. Pero su inteligencia, su buen humor, su bonhomía, estaban intactos, como se pudo constatar en la extensa e imperdible entrevista que soportó de modo estoico durante más de dos horas, y que se publicó en el especial de los seis años de ese semanario uruguayense ya desaparecido.

Nacido en Rosario el 26 de noviembre de 1944, fue un creador polifacético, que empezó a darse a conocer masivamente en la ya legendaria revista humorística cordobesa "Hortensia", donde nacieron Inodoro y Boogie, sus personajes más conocidos. En 1973 Ediciones de la Flor, dirigida por Daniel Divinsky, comienza a publicar sus libros, a un promedio de dos por año y con tomos humorísticos sobre casi todos los temas: el fútbol, el sexo, la política, la cultura, parodias de los clásicos. Por la misma época inicia su colaboración con el diario Clarín. En 1980 comienza a colaborar en los espectáculos de Les Luthiers. En 1981 se publica "Best Seller", su primera novela. También es autor de varios libros de cuentos, que han merecido elogios hasta el cansancio. En 1984 aparece la revista Fierro, en donde creó otro personaje, "Sperman", y la serie "Semblanzas deportivas". En 1994 recibió el premio Konex. Y en 2004 ilustró una edición del Martín Fierro, de José Hernández, ilustraciones en base a las cuales se prepara un largometraje en el que han trabajado centenares de profesionales.

Es interminable el dolor en la ciudad que lo mimó y lo declaró rosarino ilustre, la ciudad que lo vio crecer, cobrar fama y quedarse en ella por elección. Pero también en todo el país y en cada rincón del mundo adonde su obra genial había llegado. Se sabe, lo escribió José Martí: “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida”. El Negro Fontanarrosa no ha muerto, sólo ha pasado a la inmortalidad. Y su labor inabarcable, inclasificable, queda aquí, en manos de todos los que gozamos de ella.

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