22 septiembre 2006

Un librazo del Perich

Los otros días, caminando por Buenos Aires, conseguí un lindo libro de Jaume Perich: Perich Match.

La edición que conseguí en una librería de usados data de 2005, décimo aniversario de su desaparición física... no de su pensamiento y su refrinado sentido del humor y de la sátira. Una verdadera joyita que devoré de un saque.
Si pueden hechénle mano que lo van a disfrutar.

Para leer más sobre el Perich, les adjunto a continuación una nota publicada en el diario El País con motivo de la edición del presente libro:

CRÍTICA: Sabrosa mala leche

Para conmemorar los diez años de la muerte de Jaume Perich aparece esta reedición de los chistes que el humorista catalán publicó en los años setenta. Aquellos tiempos en los que el autor aprovechó toda grieta del edificio de la dictadura para arremeter contra el sistema.

SERGI PÀMIES
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La vida de Perich Match, recopilación de chistes gráficos del humorista y dibujante Jaume Perich, empieza en 1970. Entonces fue editada en catalán y, un año más tarde, se reeditó en castellano, con prólogo de Joan de Sagarra e introducción de Román Gubern. Ahora, con motivo del décimo aniversario de la muerte de Perich, se publica de nuevo, aunque sin el texto de Gubern. Perich Match fue, como otros títulos de su autor, un best seller que animó los años setenta con un sarcasmo antigubernamental y anticlerical.

En lo social, Perich practicaba un anarquismo total que apuntaba a un capitalismo al que nunca dejó de retratar con puro y sombrero de copa. Hay que situarse en aquellos tiempos para entender un tono a veces simple pero eficaz a la hora de conectar con los que aspiraban a algo más que a seguir la embrutecedora gimnasia del Movimiento franquista. No olvidemos que estos dibujos aparecían en la prensa de la época y, pese al ambiente reinante, alcanzaron un nivel de libertad que los convirtieron en contraeditoriales de transmisión oral.

Periodismo de opinión, observatorio con vistas a una mala leche transversal, agilidad a la hora de conectar con estados emocionales colectivos, filosofía asequible, Perich sacó provecho a la poca libertad de aquellos años. Ésa es, junto a la precisión de un dibujo, su mayor virtud: la coherencia con un género que debe ser tan contundente con el totalitarismo como con los estafadores de la política o la cultura democráticas.

Perich Match sólo es una muestra de un talento que luego se concretó en otros memorables volúmenes: Mundo, demonio y carne (diccionario con entradas como ésta, de democracia: "La democracia es el menos malo de los sistemas políticos conocidos. Pero es perfectamente posible empeorarla"), Últimas noticias del 5 canal (que debería iluminar a los guionistas de radio y de televisión que ironizan sobre la actualidad) o 5 canal informa (ejemplo de noticia: "Se nota en España un vacío de poder. Por lo menos de poder hacerlo bien").

Perich Match constituye una recuperación oportuna. Por un lado, redescubre el estilo que supuso una transición entre los maestros de La Codorniz y revistas como Por Favor o Hermano Lobo. Por otro, nos alerta sobre fenómenos que nunca debe olvidar quien se dedica a la sátira: muchos de los abusos que se detectan en una dictadura se reencarnan en democracia, y que el humor, cuando es bueno, sobrevive. En uno de los dibujos, vemos a dos tipos intercambiando coronas de laureles bajo un epígrafe implacable: "Vida cultural". En otro, un padre visiblemente pobre se sitúa en la cima de un monte a contemplar tierras y cultivos junto a su hijo, y le dice: "Todo esto, hijo mío, algún día, tampoco será tuyo".

En la introducción que ha desaparecido de esta edición, Roman Gubern escribía: "Creo que la mejor definición historicista de Perich sería la del cronista satírico de una España que se ha movido, o se está moviendo, desde la autarquía hacia la tecnocracia. O, si se prefiere, desde la boina hacia la chistera". Viendo la actualidad de los chistes de Perich, podemos deducir que la autarquía prevalece tanto como la voluntad de acabar con ella. Pero que nadie interprete que Perich se erigía en predicador. Entre caricias a sus gatos y algún que otro sorbo de whisky, su corrosivo sentido común le permitía ironizar sobre sí mismo. En Mundo, demonio y carne, harto de oír hablar de la valentía de los humoristas, escribió: "Los humoristas estamos demostrando lo valientes que somos: publicamos todo lo que nos dejan".

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